Queridos ciudadanos ejemplares de esta Ciudad que fue, es y será:
Tengo que confesarles algo, llevo días maquilando un nuevo blog, pues no podía quedarme atrás con los grandes avances de Blogger y decidí mudarme a Blogger Beta. También me tomé el atrevimiento de hacer algunas modificaciones. Créanme que estoy muy emocionada, cansada (pues ya debería estar durmiendo, dentro de algunas horas tengo un examen difícil y necesito descansar, pero la emoción me invadió); también estoy excitada, feliz, todo esto por querer mostrarles mi nuevo blog.
La verdad es que estoy un poquitín nerviosa, llevo toda la semana preguntándome si el nuevo blog les gustará, si extrañarán ciertas cosas, si el cambio será para mal, por eso he dejado muchas cosas esenciales, mi cariño y las humildes letras que son tan mías como suyas.
Ahora podrán pasar a hospedarse y pasear por sus callejones a esta dirección:
http://lirva-ad-urbe.blogspot.com/
Les pido un enorme favor, no sean ojeis (mala onda, mala leche, mal plan, mal rollo, etc.) y vuelvan a linkearme con la nueva dirección.
Los espero con chelas, chanwises, papitas, varias tablas de carnes frías y vino de la casa, para celebrar la inauguración de la nueva Ciudad de Lirva.
Córranle porque se acaba.Tengo miedo,
miedo del desencuentro.
Tengo frío:
soy la amapola helada
que traga esperanza.
Tengo miedo de dormir,
de cercenar la mañana.
Tengo hastío, tengo inclemencia:
tengo frío.
Anoche soñé que te morías,
te besé tendido en un piso sucio y maloliente;
sólo mi mano en tu mortaja.
Anoche entendí que la gente no corre por miedo
sino por cobardía.
Y miré tu cuerpo, era claro, era extraño,
inerte en todo movimiento.
Tengo ausencia, tengo llanto,
tengo miedo de dormir.
Anoche te soñé muerto,
tus ojos vivos al final.
Corrí por calles que ya no eran mías,
corrí sin reconocerte,
corrí esperándote, corrí por ti.
Salta, mensajera de Morfeo
cúbrete de pólvora los senos,
dile que tengo miedo, luto,
que no quiero dormir.
Anoche soñé que te morías
en la penumbra de una lágrima peregrina,
en lo enmohecido de lo efímero.
Así, dormido.
Te soñé y estabas profundamente dormido.
***
Lirva
¡Qué libertad la del baile fúnebre
de un anacoreta!
Es viernes, lo que quiere decir que el jueves ha pasado a la fila de lo que fue.
He detectado un patrón aterrador, los últimos jueves, he terminado llorando por diversas causas que con absoluta autoridad he decidido reservarme.
Últimamente he llorado tanto que podría extinguir un desierto. Nunca he sido egoísta con mi llanto, nunca he dicho esa frase idiota de: “he llorado tanto que me he secado”.
¿Cuándo se seca uno?, ¿Cuándo pasa uno a ser parte del grupo de los corazones de piedra?
Debo confesar que muchas veces he intentado ser miembro honorario de dicho grupo (si es que existe). Creo que debería empezar por aceptar que no soy tan fuerte o quizá no lo soy ni tantito. Muchas veces me molesto cuando lloro, pero lo que me molesta es el simple hecho de llorar por todo (estoy hiperbolizando, nótese), hasta hay veces que definitivamente no puedo dejar de llorar y me duele la cabeza, los oídos, el vientre, el pecho, pero no puedo dejar de llorar. Debería alquilarme de plañidera. Algunas veces me he dicho que lloro como un bebé; creo que no hay llanto más profundo y sincero que el de un niño.
Me excedo en llanto, en tristeza, en nostalgia, en melancolía, en absurdos, en insistencia, en desvelos, en ausencias, en caprichos, en mentiras, en comida, en torpeza, en dolor.
Pero el viernes ha llegado, con toda su vulgaridad y sus luces prostitutas, con su falsa alegría, con su convención, su algarabía.
El viernes borra la gentileza del jueves, la elegancia de su pertinencia, la sutileza de su atardecer, la benevolencia de sus espacios. El viernes se lleva mis lágrimas y a cambio me tira un pañuelo con agujeros, todo manoseado y ultraja mis cigarrillos, mi última llamada telefónica, mi última desesperación, mi último ‘te quiero’, mi última melancolía. Y se atreve a decir que hoy las esquirlas son de mantequilla.
***
*
Lirva
Son las 5:44 p.m., estoy sentada frente al monitor, a mi derecha una ventana grande y algo sucia, afuera el cielo más gris de todos los tiempos, a mi izquierda el perro.
Tengo ganas de apagar el celular y encenderlo dentro de un año, quiero un café con dos de azúcar, un masaje en la espalda, mojarme con la lluvia.
Amo los días que me hacen estar más triste que nunca, pero es otra tristeza, es la tristeza de la soledad y no la tristeza de la herida; sin duda, siempre he apreciado más la segunda. Pero la soledad y la tristeza de la herida se hacen más profundas con frío y calor, con pan o ajenjo, con pataditas en el corazón o con lluvia ácida. Es la más letal.
Por eso hoy estoy gozando la tristeza de la soledad. Gozo de posar mis codos en el alfeizar de la ventana y ver correr a una chica desesperada por encontrar un techito que la proteja de la lluvia.
Imagino que estoy viendo llover en Barcelona o Buenos Aires, que la tarde se desviste (la muy puta) y me baila deseosa de mojarse aun más con una caricia mía. Queda tan lejos el verdadero hogar, la verdadera familia, los verdaderos sueños, con esta tarde me arropo de melancolía barata y me pregunto si el beso de ayer, la leche, el arroz, las risas, ver mis pies desnudos, la borla de mi almohada, me podrán liberar.
La certidumbre más infame es la plenitud de la incertidumbre. Alguna vez dije que no hay sensación más terrible que la de no saber qué cigarrillos comprar. Es lo más extranjero que he sentido.
Soy una desterrada en mi propia tierra y me permiten seguir habitando aquí, disfrutar de las luces de la ciudad, pero ya no la siento tan mía. Sí, mi ciudad que tanto me ha regalado, ni sus parques ni sus bares, avenidas, callejones, plazas, enjambres, flores y transeúntes se me hacen familiares.
Sin embargo, la suciedad y poca mezquindad de su lluvia me llenan de paz.
Yo sólo quise ser yo
Sobrepeso en el tren
Ligera espuma de alquitrán
Quisiera ser un caballo desbocado
Las nubes sin espasmos beber
Sobrepeso en la alacena
El gato roe la última herida vespertina
El breve suspiro entra debajo de la puerta
Fotografiar las sillas de la cocina
Sobrepeso en el pavimento
Las luces de la ciudad sin asientos
El perro desnutrido
Me ofrece migaja asesina
Yo sólo quise ser yo
Sobrepeso en el espejo
Me dibujo las ojeras
Los clavos
Los muertos
Espasmo que tiene momento
En un sueño
Deletreo el nombre del ser
Milagro y materia
Tormenta
El vibrar entre las escaleras
Fatigado el color
Del ser sin tierra
Sobrepeso en el verso
Rapiña clandestina
Telúrica voz
El té de la abuela
En memoria me muero
Yo sólo quise ser yo
Todo lívido
Todo rezo y toda mentira
Labriego ciego
Todo celo
Toda lira
Y aspaviento
Sobrepeso el tiempo
Lamento estrecho
Escupe tus horas
Como yo escupo
Lo eterno
Y soy el ser enfermo
Eunuco febril
Recuerdo la flama
El veneno, el reflejo
He sido tantos momentos
Debajo de la rambla
Enrollado
Desterrado
Y me escapo por las ranuras
Quise ser yo
Todo elemento
Soy
Toda mengua
Toda rareza
Pero en campo y viento
Soy todo eco
El exceso de epígrafes enmudece al texto.
Imaginas un espejo roto en cientos de pedazos, todos regados en la alfombra turquesa que tu madre decidió que era el color que mejor iba con tu personalidad... La narración se detiene justo en este instante y pasamos a otra cosa.
Imaginas un trozo de panqué enmohecido que reposa en tu mesita de lectura. Un gusano inquilino que vive en el panqué te hace una reverencia mortuoria y decide ir a descansar. Decides que el gusano es el mejor comediante de la historia y te ríes desesperadamente. Un trozo de torta de chorizo obstruye tu traquea. Intentas golpearte en la nuca, posteriormente en el estómago, pasas al pecho, te rindes y cruzas tus dedos levemente entumecidos... Deténgase, señor director de la orquesta.
Cuerdas y vientos al mismo tiempo.
Imaginas a la típica señora gorda que ronca en la ópera, ¿eso qué tiene de interesante?
Imaginas a Linda (es un personaje aleatorio, no la tomes muy en cuenta, es tuerta y escupe al hablar) leyendo un libro sobre el Pararrealismo, justo ha llegado a la página cincuenta y ocho, la descubres desorbitando su única mirada. Un café, por favor. Sigilosamente acaricia con devoción la página cincuenta y ocho, la hurga, la huele; anticipas que sería capaz de lamerla, pero no, decide desprender lentamente la página. No siente ninguna lastima por la página. Lee-desprende (que), “La Paradoja es tuerta por antonomasia.”
***
Temas de los cuales no puedo hablar:
1. Política, no por falta de conocimiento, sino por falta de frivolidad.
2. Amor: puras galimatías.
3. Religión: prefiero la caída en paracaídas.
SIN EMBARGO,
He regresado de las tierras veracruzanas. El viaje fue verdaderamente placentero y divertido. Igual y no quieren que les haga la crónica del viaje, pero ¿saben qué? No me importa (inserte sonido de órgano aquÍ... y un muahahahaha).
Viernes 8 de septiembre de 2006, por ahí de las 3:00 p.m., el Nobo me llama y me dice que salga para la terminal de autobuses (la Tapo). Que mejor nos vemos en el metro, estación San Lázaro y de ahí nos vamos a la terminal para comprar los boletos a Veracruz.
El mismo viernes, 5:30 p.m. Salimos el Nobo y yo rumbo a Veracruz. René nos esperaba allá.
El mismo viernes. En el camión pasaron tres pelis, yo no vi ninguna, me dormí, platiqué con el Nobo, me desesperé, etc.
El mismo viernes. Después de seis horas de viaje llegamos a Veracruz a las 11:30 p.m., le hablamos a René y nos vimos para cenar en el centro de Veracruz. La cena estuvo muy rica y yo inmensamente emocionada de ver a René y de estar en Veracruz.
Sábado 9 de septiembre de 2006, 2:00 a.m. El Nobo y yo nos fuimos al hotel localizado en el centro (nos hospedamos él y yo en el mismo hotel; Amparo, ese es el nombre del hotel). Nos dijimos buenas noches y nos fuimos a dormir.
El mismo sábado, 8:00 a.m. El Nobo y yo nos despertamos y fuimos a desayunar con René al café La Parroquia. Antes de eso caminamos tantito Jorge y yo por el malecón y vimos como un barco partía, (eso estuvo bien chido). Ya en el desayuno me dijeron que una de las tradiciones en ese café es pegar en el vaso con la cuchara para que te sirvan café o leche, entonces era todo un concierto en el café. Yo, obviamente me emocioné como loca y procedí a hacer lo propio, (Lirva con carita de profunda felicidad pegándole a sui vaso con una cuchara).
El mismo sábado. Fuimos al hotel donde estaba hospedado René. Se bañó y se puso bien guapo para la ceremonia de premiación. 12:20 p.m. Comienza la ceremonia de premiación, ya saben las palabras de los organizadores, le hicieron una breve entrevista a René, muchas felicitaciones, anunciaron a los ganadores en las categorías de poesía y relato. Posteriormente entregaron los premios y yo miré a René, con su cara de serenidad que a veces me llena de paz y otras veces me causa curiosidad, como recibió su premio y no soportaba tanta felicidad, tanto orgullo, tanta alegría. La neta estuvo muy chingón.
Luego le pidieron que leyera su cuento y lo leyó (se veía muy guapo).
Más adelante, los organizadores del evento invitaron a René (a todos los ganadores) a comer a un restaurante argentino. Yo por supuesto asistí a dicha comida, todo muy rico y abundante.
El mismo sábado, 4:00 p.m. Libres de cualquier compromiso formal, le hablamos al Nobo y fuimos por él. Yo insistí en que quería ir al mar y René y el Nobo tuvieron que comprarse un traje de baño (jijijijiji), yo obvio ya iba preparada para ese evento de ir a la playita. Legamos a la playa como a las seis de la tarde, el sol ya no quemaba tanto ni hacía tanto calor. René y yo nos metimos al mar, él me cuidó, pues yo no sé nada. Luego se metió con nosotros del Nobo y la estuvo bien chido. Jorge se comió unos camaroncitos, se tomó una chela, René y yo nos tomamos una agüita de coco y disfrutamos del paisaje. Fue una tarde verdaderamente hermosa. En la noche fuimos a cenar con la familia de René y luego nos dispusimos a buscar un bar o algo para emborracharnos. Llegamos a un bar bien extraño, yo elegí el lugar y la verdad luego me arrepentí. Lo bueno fue que al final como que la cosa mejoró y se puso prendido el ambiente, pero optamos por irnos. Llegué al hotel y no podía dormir y me dio hambre. Salí a comprar algo a la tienda y un tipo me ofreció que si no quería ir a bailar con él, le dije que no, que mejor para la otra. Asusté al Nobo porque me salí sin avisar y no sabía donde andaba. Una disculpa de todo el corazón, Nobito.
Domingo 10 de septiembre. Desayunamos con René, nos despedimos, nos dijimos que nos veíamos en el D.F., besos y abrazos. Jorge y yo fuimos al mercado a las chácharas y me compre un abanico precioso y unos aretes de caracolitos, muy lindos. Tomamos el camión de las 3:15 p.m. y nos dirigimos a nuestras casitas. Gran parte del viaje no la pasamos dormidos, así que no se nos hizo tan cansado el trayecto.
Llegamos al D.F. a las 8:00 p.m. y fuimos a cenar con René. Después llegué a casa y dormí.
El viaje fue fantástico, el calor no fue nada piadoso, me puse bloqueador solar, así que ni parece que fui a la playa. Siento que este viaje nos unió más a todos. La comida y el paisaje fueron, por mucho, excelentes. Me divertí, me cansé muchísimo y la mera verdad estuvo poca madre todo.
¿Cómo ven?
Besos****
[ info ]
Soy hipocondriaca, soberbia, adicta a los lacteos, gemela de mi otra hermana, mi tipo de sangre lo desconozco, el teléfono me lo ahorraré, mal-vivo en una ciudad desolada, soy disque universitaria, no me defino como poeta maldita, sólo escribo frases cortas.
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