El cronopio desliza su cabello mientras sube y baja las escales que separan el edificio A del B. El anciano del edificio B le dice: cambia de dirección, del otro lado el crepúsculo sabrá a frambuesa.
El cronopio salta y se topa con las líneas perpendiculares que trazan el vaivén de los columpios. Camina y se siente enfermo, pero no olvida voltear a la derecha y ver esas grandísima y embellecidas nubes. Repentinamente recuerda el tubo de dentífrico que dejó junto a la ventana, se pregunta: ¿Huele a queso?
Un fama con un abrigo morado y una botella de bebida fortificante declama unos versos que encontró en la pila de libros de un cronopio:
Do not go gentle into that good night.
Rage, rage against the dying of the light.
El cronopio comienza a aplaudir y el fama escupe al vacío.
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Soy hipocondriaca, soberbia, adicta a los lacteos, gemela de mi otra hermana, mi tipo de sangre lo desconozco, el teléfono me lo ahorraré, mal-vivo en una ciudad desolada, soy disque universitaria, no me defino como poeta maldita, sólo escribo frases cortas.
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