Érase una vez una ciudad: LA FUNCIÓN DEL POETA

3/03/2006

LA FUNCIÓN DEL POETA

"La función del poeta es detenerse"

Hernán Lavín

Fui a mi primera sesión del Taller de poesía con el profesor Hernán Lavín, un poeta chileno que tiene viviendo en México más de treinta años. Cuando llegué al salón estaba hablando de las universidades en Chile y lo costosa que es la educación allá, la imposibilidad de conseguir un buen trabajo y de lo trabajadores que son los chilenos. Dio toda una plática de lo importante que es en la vida cumplir los sueños y llegar a puntos clave en nuestra vida. Todo eso nos llevó a la importancia que tiene la poesía, a la manera de expresar con palabras, imágenes y sensaciones el mundo. La poesía es un arma fuerte para llegar a puntos clave. También platicó de la función del poeta, de lo necesario que se hace muchas veces escribir, de cómo la lengua, en este caso el español, abre muchas puertas que creemos tener cerradas.

De pronto me quedé pensando que nadie me ha preguntado nunca por qué escribo poesía, qué función tengo en el mundo como poeta, qué quiero decir y por qué lo digo así. Empecé a responderme cuando Lavín nos hizo casi las mismas preguntas y enseguida respondió que “La función del poeta es detenerse”. Me quedé helada, pocas veces me quedo así, normalmente no suelo sorprenderme tanto, aunque a veces finjo un poco. “Detenerse” y me vi con un resumen de lo que hago, con seis palabras me respondió y quedé satisfecha, cosa que tampoco hago normalmente, casi nunca me deja satisfecha una respuesta y eso no lo considero un defecto, créanme que no, al contrario, creo que es saludable, pues me remite a más preguntas, que como dice el Káiser: las preguntas son lo que importa, no las respuestas.

Todas esas preguntas las considero más íntimas que si me preguntaran sobre mi vida sexual. Lo que sé es que escribir me hace feliz, cuando el soplo verbal empieza a jugar y coloca una letra y otra, una palabra y la siguiente viajo más que Verne, me dejo llevar a miles de regiones inhóspitas, por calles y colinas inexploradas; también llego al hogar con chocolate caliente, las mismas caras y los mismos vicios.

En la Facultad he escuchado a varios profesores, escritores y compañeros, diciendo que uno tiene que tener fría la mente para escribir, que no tienes que dejarte llevar y no tiene que ser arrebatado ese proceso, considero que es pertinente lo que dicen, el mismo Quiroga lo decía, pero cuando estás con el contrincante frente a frente, llámese hoja en blanco y te pide que tires el primer golpe para iniciar la batalla ¿no peleas con todo el corazón, cuerpo y alma para vencer esa batalla?

Otros han dicho que escribir poesía es un ejercicio introductorio para, entonces sí, poder escribir algo más formal. Yo no tengo en tan bajo aprecio la poesía, no la considero un calentamiento, algo previo para algo mejor; la considero un todo, un juego importante, con estrategias difíciles, un juego de alto riesgo y escribirla ( si es eso lo que intento hacer) es un compromiso que he asumido como medicina salva-vidas, aunque muera en el intento. La gente ya no está acostumbrada a leer poesía ¿a quién le van a servir unos versos? ¿para qué perder el tiempo en ello, no se gana nada? Yo he ganado placer, pasión, razón, entrega y una vida que sin poesía sería verdaderamente insostenible.

Para terminar quiero citar a José Emilio Pacheco, un gran escritor mexicano y poeta como hay pocos: “No hay líneas rectas ni hay escuelas: hay obras únicas, irrepetibles e insustituibles, poemas”.

Robertha Mayer

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