12/19/2005

EL SUEÑO DE SILVA



A José Asunción Silva



LA MUERTE

Corría el año de 1896, una noche después de una cena (“tertulia”) en casa de los amigos entrañables; Colombia era su casa, su tierra, la tierra de un poeta que no era de ninguna parte. Con un dibujo en el corazón, siluetas ennegrecidas, un revolver y un golpe asesino que no se escuchó se nos fue el poeta, se fue Silva; como cántico de los nuevos tiempos se dejó escapar. Se ha muerto el poeta y con él una idea, un sentimiento, no un poema, no un recuerdo, se fue en carne, se esfumó en sangre, se limitó la pluma fresca, los versos nuevos. Se murió Silva, una noche de mayo, al pie de su eternidad, al pie de su inmortalidad, al intento de cristalizar los sueños en raras estrofas.

Huyó de los suspiros convencionales, sus ensueños fueron inútiles. Y al último beso se embriagó de plomo y angustia, se fue caminando en la sombra, despacio y desprevenido. Como lúbrica caricia se deslizó y habló del aire, de los suspiros, del poema. Y como lago inquieto dejó la esperanza en penumbras bajo las noches de escribanos, ojos lectores a la sombra intensa. Murió en brazos de las ninfas y un París inolvidable, al regazo fraternal de su deseo infantil, a la grasa de una sombra reteñida con carbón. Contó.


Robertha Mayer
creado a las 12:00 p.m.  | |

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Robertha Mayer
Mi vieja ciudad

Soy hipocondriaca, soberbia, adicta a los lacteos, gemela de mi otra hermana, mi tipo de sangre lo desconozco, el teléfono me lo ahorraré, mal-vivo en una ciudad desolada, soy disque universitaria, no me defino como poeta maldita, sólo escribo frases cortas.


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