12/27/2005

EL FIN DE AÑO (UN BREVE ESPACIO PARA LA AÑORANZA)

El año casi termina y es imposible no darle paso al recuerdo, a las anécdotas que guardé hace menos de un año, ahora las desempolvo y las hago viejas amigas de charlas y alegrías tontas.
Fue inútil no darle paso a la nostalgia, como dice Silvio “el sabio delito que es recordar”, yo no quiero fallar.

Hoy no hablo de fusiles, hoy ya no es lo mismo. Sólo pasan sombras y yo camino y las evito sin la menor preocupación. Las decisiones que tomé ahora son realidad, ahora forman parte del diario y no sé exactamente sí algunas de ellas las tomé rápidamente o si las dejé pasar en un momento de furia y desprecio, la verdad es que ahora son sólo un ligero recuerdo que acaricio sin el menor rencor.

He ido al mismo café, ahora es una pizzería, he ido al otro mismo café, pero sin ti, sin todos ustedes, amigos de industrias, amigos de andanzas, cómplices de Alfanhuí. No fui con Caracol ni con el señor Zanahoria. Caracol se sigue dando sus baños de luna y el señor Zanahoria pelea cada vez más por ser muy, muy naranja. Y trato de no suspirar y no llorar por todo lo que se lleva este año.

Mi Rayuela tendrá que entrar al baúl, aquellos teléfonos tendrán que ser borrados. Mi vieja sombrilla ya no tolera una lluvia como las de antes, mis errores tendrán que ser perdonados. Ahora sólo me queda la respiración. Quiero y tengo que cerrar círculos, pronto me reencontraré con esa vieja y entrañable amiga, espero no hablar sólo del trabajo o la escuela. Las llamas pendientes saldrán a flote sin la más mínima angustia, a fin de cuentas, alguna vez fuimos amigos. He comprendido que es natural que la gente se vaya, que uno camine por otros senderos y decida cambiar de aire, ya no me culpo por nada y ya no me hundo en el absoluto malestar por no decidir a tiempo quedarme o perdonar. Los recuerdos son para mantenernos vivos, para no dejar de entender quienes somos, son esa dualidad del bien y el mal que nos acompaña por las noches, leyendo un libro sentada en un café a las 6:33 p.m. y pasan dos perritos y una risa amigable se hace voltear y ver que fuiste así, antes del después.

Pero no sólo han pasado cosas malas este año, llegó a mi vida una estrella, una luz en medio de la tempestad, unos ojos que me derrotan y me llenan de amor. Sin René mi vida sería una cosa verdaderamente distinta, quizá una novela malísima y decadente.
Perdí amigos y otros se hicieron los perdidos, pero gané cómplice de muchas batallas y aunque muchas veces hablamos lenguas distintas, los ojos nos unen en la profundidad del más alto punto de la galaxia, sin él (René) no estaría escribiendo esta nota.

Ya he dicho que perdí amigos, pero eso sin querer, se ha vuelto lo de menos; sin embargo, de esa soledad y esa mudez que me tenían completamente indefensa, llegó a mi vida un gran amigo: Jorge (mi querido Nobo) y aunque él no se entere muchas veces, quiero decirle que es profundamente querido, admirado y un eterno e infinito amigo. Si la marea me lleva al sur o al norte y nos dejamos despacio e incautos y nos vamos nadando por aguas desiguales, la sombra de una palmera y el recoveco de un roble en otoño se mantendrán pensado en él y esperando su arribo.

Me uní más a mi familia y hemos dejado atrás muchos fantasmas malévolos, muchas esperanzas se abrieron paso entre una caricia y un “te quiero, papá”. A veces me siento niña de nuevo y me siento en su regazo y me dejo abrazar.

He aprendido infinidad de cosas y conocí la literatura de Petrovic, sin duda, uno de los encuentros más fascinantes de mi vida.
Me recuperé en la escuela y soy más entregada a mi carrera, no por obligación, sino por gusto, por mero placer.

Con mi escritura tuve ciertos pleitos, es bastante puta y muy seguido se va a coquetear con otra imbécil más barata que yo. La poesía solicitó una prórroga, se fue a buscar todos los aleteos que se esfumaron en un parpadeo.

En fin…Quizá esta semana siga nostálgica, quizá nadie lea este post, quizá me quede muda, quizá a nadie le importe, quizá escriba más de esto, quizá las añoranzas harán las pases conmigo.

Lirva
creado a las 1:23 a.m.  | |

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Robertha Mayer
Mi vieja ciudad

Soy hipocondriaca, soberbia, adicta a los lacteos, gemela de mi otra hermana, mi tipo de sangre lo desconozco, el teléfono me lo ahorraré, mal-vivo en una ciudad desolada, soy disque universitaria, no me defino como poeta maldita, sólo escribo frases cortas.


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