9/17/2005

A RATOS ME PASA ESTO:


De pronto volteo y observo en flashback de serie televisiva o película de bajo presupuesto, los años que han pasado. Han sido tan pocos que sin querer parecen una eternidad. Entre buenas y malas noticias me acomodo para sentarme y seguir con la lectura de ese libro pendiente, pero un torrente entre sanguíneo y calmante me impide poner en su sitio correcto cada palabra; una historia que no me parece nueva, un tipo que finge su muerte por emoción de experimentar otra vida que en apariencia es mejor que la suya. Pensó que no era tan mala idea presenciar su propio funeral, estar entre la gente que te llora y te anhela sin ser visto o reconocido, descubrir quien te ama de verdad y quien no. En ese momento me detuve y cerré el libro, por primera (maldita) vez pensé en mi muerte, es un tema que tengo reservado no por temor o por ser un tema tan místico que prefiero no tocarlo, no, no es por eso, simplemente me da pereza (y mucha) pensar en un momento que no voy a presenciar, un momento que aparentemente sería mío, pero que en realidad es un momento de la gente que se queda viva, de su llanto, su dolor, su pena, su ausencia; su sufrimiento.

Han pasado los años y veo que en mí también, que la nostalgia que me invade no es en vano, todo ha sido real, ha pasado y no pude detenerme como lo hice hoy. Por un instante (muy largo) mi vida me dio mucho miedo, sentí como el peso del juicio final se volcó sobre mí. No fue nada especial, como siempre le di vuelta al instante y me callé.
“Te quedaste callada de pronto, ¿qué tienes?”, “Nada”- contesté, y es que en verdad no tenía nada, esa nada y ese nada que se viste de hastío, de sin saber, sin sabores, sin un llanto reservado, porque en definitiva no hay nada.
Queda muy poca gente que me ama, muy poca gente que me lo dice. Me puse a pensar quién iría a mi funeral y el pensarlo me asustó, eso sí me asustó. Gente que según prometió permanecer y… Eso es lo que detesto de la muerte, que toda esa bola de ojetees que pudo ser útil mientras una vivía, se aparece hasta que la hora de ser comida por los gusanos está a la vuelta de la esquina.

De pronto veo que tendré una casa, un marido, quizá hijos, visitas a mis padres los domingos, cuentas que pagar, visitas a los suegros después de la visita a mis padres o viceversa, recuerdos que nunca pensé tener, las fotos de la boda, la luna de miel; y no sé por qué me causa tanta ausencia, tanta soledad esa vida. Me hace feliz ese listado, me emociona. Pero de pronto han pasado los años y el insomnio sigue y mis ojos encierran a esa niña que cree que va a cambiar el mundo, la revolucionaria, la reventada, la poeta que escribía por diversión, la amante empedernida, la que muere por amor, la fiel amiga bohemia, la idealista, la descuidada, la despreocupada. La niña que trata de aferrarse a sus sueños es la se refleja ahorita en el monitor. Han pasado los años y la máquina sigue trabajando, no para. Pero ¿todo esto que me estoy construyendo va por el mismo camino que yo? Recuerdo ese comentario (atinado o desatinado, a según) – “¿Qué dirían tus amigos puñito-venceremos si vieran que te abro la puerta, que no niegas tus gustos burgueses?”. Parece tan vulgar la forma en la eso puede llegar (o quizá trato de evidenciar) a definirme, no dirían nada porque ya no están, ya no estamos (¿verdad, muchachos?). Ya no soy esa, la verdad estuve muy lejos de serlo. A ratos soy estúpidamente feliz, a ratos soy estúpidamente infeliz, a ratos regresas y siento tus manos enredando mi cabello, a ratos me voy. A ratos me salvan unos ojos verdes, a ratos me matan, me aman, me maravillan, me, me, me... A ratos salto y juego, a ratos me caigo. Y en un rato me detengo y veo que han pasado los años, me lavo los dientes, prendo el televisor y la programación me muestra lo mismo de ayer y mañana, me aturde y voy por un libro, lo tomo y me encuentro con mi viejo Rayuela, se queda quieto, me sonríe y trata de seducirme, volteo y veo que es verdad, han pasado y no los espero. La bola de demolición no tarda en llegar.



Robertha
creado a las 4:36 a.m.  | |

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Robertha Mayer
Mi vieja ciudad

Soy hipocondriaca, soberbia, adicta a los lacteos, gemela de mi otra hermana, mi tipo de sangre lo desconozco, el teléfono me lo ahorraré, mal-vivo en una ciudad desolada, soy disque universitaria, no me defino como poeta maldita, sólo escribo frases cortas.


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