9/26/2005

OTOÑO

En esta época del año me visto de un tono de suma melancolía y nostalgia. Me acurruco debajo de las hojas para dejar que pase un otoño más. Es sin duda la época más triste del año (por lo menos para mí), trato de levantarme despacio para no caerme una vez más. Septiembre se va ligero y como verdugo por mis poros me castiga, me somete, me grita calamidades y me alberga por calles grises y llenas de decadencia. Llega octubre y todo retumba en mis entrañas, el corazón se detiene para no palpitar en el recuerdo de la agonía, del dolor, del olvido.

Mis letras y mis vísceras se secan, se maldicen y caminan con otra puta con más experiencia; una puta que trabajo menos, pero mejor. Es cierto que los sueños y las ideas coquetean con otra imbécil que les paga tragos y les vende sexo sin pudor. Yo me quedo lejana y menospreciada, tomando té y fumando, mientras cada bocanada raspa, sangra, me engaña; me mata. Mis alas se marchitan y como una bandada de aves que no tienen dirección, los recuerdos se hacen presentes. Fue en otoño cuando el mundo se derrumbó, fue en otoño cuando me quede sin hogar; en otoño te vi por última vez, en otoño me desvestí, quise ser mariposa, en otoño me escondo debajo de la mesa, donde no me pueden tocar los relámpagos que vienen por mí. Y me deslizo entre las piernas de la niña que gime y grita; me asesino, me perturbo, me quiero y me canto.

Me derrito entre todas las avenidas, hoy me toca caminar sola, salir a cualquier librería y desenfundar mis batallas de antaño, dales respiro y dejar que transiten como viejas enemigas que se quieren, que se necesitan. Pasar por ese empedrado, esquivar cuerpos que malviven en mis perfiles, darle dos pesos a la aventura y seguir andando.

Si embargo, me abro y con sonrisas sutiles e hipócritas recito la misma conversación de ayer y de mañana. Dejaré el té enfriarse y saldré cabalgando sin Rocinante y sin Sancho, dejaré que me maltrate la ciudad, sólo por hoy me quedo vulnerable, me dejo odiar y arrastrar; no está demás, rendirle homenaje a los muertos que hoy como todos los años me deleitan con un susurro aterrador, pero familiar. Me cantan notas desvencijadas y traicioneras, me besan y me arrullan como la hija perdida y querida que vuelve una vez al año, al viejo hogar. Después viene el invierno…

Robertha
creado a las 1:22 a.m.  | |

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Érase una vez una ciudad...

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Robertha Mayer
Mi vieja ciudad

Soy hipocondriaca, soberbia, adicta a los lacteos, gemela de mi otra hermana, mi tipo de sangre lo desconozco, el teléfono me lo ahorraré, mal-vivo en una ciudad desolada, soy disque universitaria, no me defino como poeta maldita, sólo escribo frases cortas.


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